Suburra: "il capolavoro" de Netflix en Italia
Suburra: Blood on Rome ha sido la gran apuesta de Netflix en Italia. Ha sido su primera producción en el país itálico como lo fueron Las Chicas del Cable en España. En colaboración con la cadena pública italiana, la RAI, y la productora Cattleya, Netflix nos regala diez capítulos dignos de reconocimiento.
No es de extrañar que Netflix haya jugado seguro. ¿Qué iba a captar más espectadores en una serie italiana que una historia en la que estuvieran envueltos la mafia, políticos corruptos y clérigos no tan santos?
En la Antigua Roma, Suburra era la forma de llamar a un lugar de mala fama, donde se cometían delitos y la gente estaba llena de inmoralidad. En el 2008, año en que se ambienta la serie, había dos familias enfrentadas: los Adami y los Anacleti, que querían hacerse, a toda costa, con el poder en la Ciudad Eterna.
La serie gira en torno a unos documentos para hacerse con unos terrenos de Ostia, una ciudad en la costa del mar Tirreno y de gran poder para el contrabando de droga. Estos terrenos son, por una parte del Vaticano, por otra, del ayuntamiento y por unos terceros, los Adami. Quien los consiga, no solo obtendrá el poder, sino que, construirá un puerto para traficar con droga a través del río Tíber.
Todo se precipita cuando el alcalde dimite y hay un plazo de 21 días para hacerse con esos documentos. Samurái, il capo al que todos temen, es el que quiere hacerse con todos esos papeles. Por ello, siendo la mafia personificada, empieza a mover sus contactos y a corromper tanto a políticos como a gente del Vaticano. En la trama, será el que sirva de conexión entre todos los implicados.
Por una parte está Monseñor Theodosiu, el encargado de aprobar para quién irá la parte del Vaticano de los terrenos de Ostia. Está muy estresado por el tema y tiene cargo de conciencia. Por ello, su ayudante, una de las pocas mujeres que trabaja en el Vaticano, Sara Monaschi – que tendrá una gran importancia en la serie y será una de las corrompidas por Samurái-, le organizará una cena con prostitutas.
Por una serie de circunstancias, los tres protagonistas de la serie, Gabriele, Aureliano y Spadino, aparecen en la casa donde se produce dicho encuentro. Cuando se dan cuenta de que el hombre es quién es y de que hay un vídeo grabado de él manteniendo relaciones sexuales, se juntan y comienzan los chantajes y extorsiones por su parte.
Por otra parte, se encuentra Amedeo Cinaglia, a simple vista poco influyente en la trama pero que terminará siendo fundamental en el desenlace de la serie. Es un político limpio –hasta ese momento – que ha visto como no ha conseguido nada en su carrera. De ello se aprovechará Samurái y le prometerá cualquier puesto, con tal de que le consiga la parte del ayuntamiento de los terrenos de Ostia. Se puede ver, a lo largo de los diez capítulos, cómo pasa de ser un político limpio, que escucha al pueblo, a convertirse en todo aquello que siempre ha odiado: un político corrupto, que hace lo que sea con tal de conseguir el poder.
A pesar de que maten y trafiquen, la serie está contada de tal manera que permite al espectador coger cariño a sus tres protagonistas principales e incluso identificarse con ellos. Gabriele es un chico normal y corriente, que cansado de que su implicación en las drogas le haya costado la vida a su padre durante una redada, se convierte en policía para combatir el crimen. Sin embargo, Aureliano pertenece a los Adami y Spadino a los Anacleti, las dos familias enfrentadas. Aureliano tiene claro que no perderá los terrenos de Ostia, pero su hermana - la mayor y la que tiene el poder - estará dispuesta a dárselos a Samurái. Empezará una lucha interna de poder entre los Adami que terminará con Aureliano como líder, pero por la que se quedará solo. Spadino, por su parte, se llama en realidad Alberto Anacleti. Pertenece a los gitanos y es, sin duda alguna, el más entrañable de todos, el que tiene que esconder su verdadero yo. En su casa le exigen que dé siempre la cara por los suyos y le casan, por obligación, con Angelica. Sin embargo, Spadino es homosexual en secreto y se termina enamorando de Aureliano, el cual lo repudia al enterarse de ello.
Suburra nos deja un final abierto: Gabriele se convierte en policía, Aureliano ve cómo los suyos han ido cayendo, pero tiene más poder que nunca y Spadino, tras la muerte de todos sus superiores, se convertirá en el jefe de los gitanos. Samurái, por su parte, se ha hecho con los documentos de Ostia del Vaticano y del Ayuntamiento, pero no con los de los Adami. Un final con muchos interrogantes aún por responder. ¿Hay posibilidad de que Netflix renueve por una segunda temporada? Esperemos que sí.
Por último, y como opinión personal, recomendaría ver la serie en versión original. Las escenas ganan mucho en italiano, viendo la verdadera esencia de los actores. Además, hay muchas similitudes entre el español y el italiano, por lo que no será difícil entenderlo.
Aspectos técnicos:
A niveles técnicos, Suburra es un espectáculo audiovisual. Se nota la mano de Netflix detrás. A parte de los planos gratuitos de una majestuosa Roma, que te transportan a la capital italiana, destaca la forma en la que se cuenta la historia. El orden narrativo elegido es arriesgado, pero siempre funciona. Se inicia el capítulo con una escena que sirve para captar al espectador, como una especie de cold open, y tras los títulos de crédito, se da un salto atrás en el tiempo de un día. A partir de ahí se cuenta todo lo sucedido hasta llegar a esa misma escena, que es la última y se nos muestra la acción desde una perspectiva distinta a la del principio. Desde nuestro punto de vista, un gran acierto.
Suburra se estrenó hace diez días y, os podemos decir que, será la serie del otoño. Se atreve a hablar de tú a tú sobre los grandes problemas que, todavía a día de hoy, forman parte de Italia: la corrupción, la mafia y la religión. Pensamos que tiene un mensaje profundo que transmitir y que, a lo largo de diez capítulos, consigue su cometido. Esperemos que haya una segunda temporada y se resuelva el misterio de los terrenos de Ostia.
