El Ministerio del Tiempo dice adiós con luz propia
Un 24 de febrero de 2015 se estrenaba en Televisión Española una serie que hablaba sobre viajes en el tiempo. La cadena pública apostaba –y ojalá siguiera haciéndolo ahora- por la ficción y lo hacía con un capítulo en el que se nos presentaba un Ministerio insólito, distinto a todos a los que estamos acostumbrados. Un Ministerio del Tiempo. Casi tres millones de espectadores vieron cómo fue la primera expedición de la patrulla allá por el año 1808.
Con ocho capítulos en la reserva se presentaba un proyecto transmedia que cambiaría el concepto de consumo audiovisual. La serie siempre fue pensada para ser llevada mucho más allá de la pantalla. No solo contaría la historia en la televisión, sino que en otras pantallas, como las redes sociales o La Puerta del Tiempo (programa en la web de RTVE donde acudían los protagonistas) se desvelarían informaciones que no se darían en la caja mágica.
Fue así cómo los hermanos Olivares dieron pie a la creación de una comunidad fan de la serie. Los Ministéricos son la parte esencial de este fenómeno. Se han encargado de dar visibilidad al Ministerio en RRSS y de hacer del fenómeno una realidad. Sin ellos, la serie no habría sido la que es. Y es que ellos han predicado con el ejemplo hasta el último momento: terminaron poniendo a la serie en lo más alto de Twitter. Ayer, día de la despedida, fueron Trending Topic mundial durante la emisión del último capítulo.
La primera temporada sirvió para situarse en la programación televisiva y que se empezaran a desarrollar los personajes, cada uno con una compleja historia por descubrir. La Guerra de la Independencia, la pérdida del Guernica o protagonistas como Isabel La Católica, Lope de Vega o Franco darían vida a esos primeros ocho capítulos.
Con la segunda temporada, la serie perdería con la marcha de Rodolfo Sancho. Julián, su personaje – y supuestamente el protagonista- se iría, para luego volver a mitad de temporada y volver a irse al final de esta. Sin embargo, ganaría mucho más con la incorporación de Hugo Silva. Pacino ha aportado frescura y dinamismo a la historia. Napoleón, Felipe II o Cristobal Colón fueron algunos de los personajes que hicieron parte de esta segunda entrega. Y cabe destacar, entre ellos, a Pere Ponce que encarnó al mismísimo Miguel de Cervantes de manera sobresaliente.
La tercera temporada empezaba por todo lo alto. Con la incorporación de Netflix a la producción, la ficción contó con mucho más presupuesto. Así, hemos visto historias más internacionales –por eso de que la serie estará en la plataforma de Video on Demand- con actuaciones del genio del suspense, Alfred Hitchcock, o el escritor inglés más importante, William Shakespeare. Hay capítulos con un gran mensaje político y social, como el de Refugiados por el tiempo, que sirve de crítica a lo que sucede en la actualidad con los que escapan de la guerra; y algunos en los que nos encariñamos de los protagonistas de esa historia concreta, como Gonzalo Guerrero en Tiempo de Conquista, con una interpretación sublime de Miguel Ángel Muñoz. Con ello se demuestra que, en cada capítulo, se apuesta por los actores españoles dándoles la oportunidad de formar parte de la joya televisiva.
En mitad de la tercera entrega se marchó el personaje más inteligente y profundo del Ministerio. La despedida de Aura Garrido sentó como un jarro de agua fría para los espectadores. El papel de Amelia Folch será recordado siempre por ser ejemplo de valentía y modernidad. Su marcha se contrarrestó con la aparición de Macarena García interpretando a una joven Lola Mendieta. Ha sido un gran acierto. No solo hemos conseguido descubrir nuevas facetas de la actriz de La Llamada, sino que se nos han contado una historia que todos desconocíamos y queríamos saber.
Ayer, 1 de noviembre de 2017, se emitía el que será, muy probablemente, el último capítulo –y quizá el mejor- de la serie de ficción. Un capítulo en el que se trata la metatelevisión –la televisión dentro de la televisión- de forma brillante. Y es que una serie llamada El Ministerio del Tiempo es estrenada en los sesenta y puede cambiar la historia de España. La serie dentro de la serie. Se trata de un homenaje a ellos mismos. ¿Son listos o no son listos los guionistas de esta serie?
El Ministerio del Tiempo ha sido un éxito nacional, y por ello ha sido adaptada en países como Portugal, Francia o Rusia, donde ha tenido una gran acogida. Otros, como Estados Unidos, se han limitado a copiar la idea y considerarla propia con su Timeless.
Tal y como se ha producido la emisión de esta tercera temporada, ha dado la sensación de que la televisión pública quería quitársela de encima. Con los flacos favores que le ha hecho a la ficción se podría confirmar que sí. Pero los que pierden con la no emisión de una cuarta temporada son ellos. Los hermanos Olivares y todos los integrantes del reparto ya han ganado. Han formado parte de un fenómeno único, una serie sin pelos en la lengua que mostraba en sus capítulos los pensamientos de la mayoría de la sociedad. Y para los espectadores, los buenos y los que serán siempre recordados serán ellos. Serán recordados por haber apostado por la originalidad, la madurez televisiva, la historia hecha televisión – o la televisión hecha historia, según se mire-, por mostrar a mujeres valientes, inteligentes y válidas por sí mismas –personajes tan necesarios todavía en la sociedad española-, por la cercanía con sus seguidores y por haber revolucionado el panorama televisivo y, con ello, haber explotado, de forma principiante pero excelente, la experiencia transmedia –le pese a quien le pese. Ojalá Netflix valore la cantidad de cosas buenas que puede aportar esta serie y se plantee la producción de una cuarta entrega.
Amelia, Alfonso, Julián, Pacino, Irene, Lola, Ernesto, Angustias, Velázquez, Salvador… algunos se han ido, otros han venido y otros se han quedado., pero todos formarán parte de la aventura. Siempre serán rememorados con cariño y considerados ejemplos de superación, integración, amistad y valentía. Y es que, aunque la máquina del tiempo siga sin existir, quedan todavía muchas puertas que cruzar.
