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Estoy Vivo, una nueva forma de hacer ficción en España

Estoy Vivo es una de esas series necesarias en tiempos de Gran Hermano y Mujeres y Hombres y Viceversa. Es una serie como las de antes, donde la cotidianidad de la familia y su cercanía te hacían sentir como uno más, pero también con la modernidad de los tiempos de ahora, con temáticas diferentes a las que se ven generalmente. Y no es casualidad que haya ido captando espectadores semana tras semana por su simplicidad y sencillez y por una trama que intriga hasta el último capítulo, emitido ayer por la noche.


La serie de Daniel Écija vio la luz el 7 de septiembre y desde ese día ha sido un éxito de audiencias. En torno a los dos millones y medio de espectadores se han pasado las noches de los jueves delante de la pequeña pantalla. Así el fenómeno ha sido líder indiscutible de audiencia en esa franja.


Comencemos diciendo que es una ida de olla y que el guion es un poco inverosímil. Pero merece la pena creérselo todo.


2012, Andrés Vargas (interpretado por Roberto Álamo) es policía y está en busca de un asesino en serie llamado El Carnicero que ha asesinado ya a seis chicas. En una de las patrullas que hace por la noche en su búsqueda, se queda solo y termina muriendo por culpa del mismo homicida. Dejará así a su esposa Laura, a su padre Arturo y a sus dos hijas, Susana una adolescente que quiere más libertad, y Bea, un cerebro en potencia.


Cuando muere, Andrés llega a una especie de pasarela –un punto intermedio entre la vida y la muerte- donde se encuentra con Alejo Sauras, su enlace y el que guiará su estancia en dicho lugar. Por una serie de circunstancias, ha muerto por error y le dan la oportunidad de volver a la vida, pero ya no puede ser en su cuerpo sino que será en el del Inspector Márquez (Javier Gutiérrez). No le podrá decir a nadie quién es ni todo lo que ha ocurrido, de lo contrario, volvería a morir y ya de forma definitiva, por ello Alejo Sauras (que recibirá más tarde el nombre de Iago) le vigilará.


En el momento de regreso a la Tierra todo ha cambiado. Han pasado cinco años desde su muerte y nada es como lo recordaba. Comienza a trabajar en la comisaría de Vallecas donde él había trabajado cuando era Andrés y se encuentra que su hija Susana, la que era una rebelde, ahora es subinspectora en dicha comisaría. Esto servirá de vínculo para acercarse a su familia. Bea es ahora la adolescente –pero nada que ver con su hermana en su época-, muy interesada en todo lo referido a la física. Ha sido Laura, la que, con ayuda de Arturo, ha tirado de todos y ha servido de pegamento para que la familia estuviera unida.


Márquez y Iago se enfrentan a diversos problemas que pueden comprometer su estancia en la Tierra. El Carnicero ha vuelto a matar (ya van siete víctimas) y no deja de ponerles trampas. Ha creado un ejército de ‘hostiles’ (una especie de seres que no se mueren con armas normales) que les atacan y que solo Márquez puede matar con un arma específica. Sebas, el mejor amigo de Andrés, sigue en busca de justicia tras la muerte de su compañero. Por ello se junta con Márquez y Iago para investigar. En una de las excursiones al grupo consiguen una foto de ocho científicas en el Instituto Espacial Europeo.


A simple vista, la foto puede parecer no ser relevante, pero a medida que la serie va llegando a su fin, adquiere una gran importancia. Se convierte en la pista principal cuando descubren que la foto está tomada en el futuro y que siete de las ocho mujeres han sido asesinadas en el presente por El Carnicero. Solo queda una científica y es la próxima víctima. Y ella es Bea.


En el futuro la Tierra se convertirá en desierto y Bea y esas siete científicas serán las encargadas de crear una energía capaz de invadir otro planeta. De dicho planeta es de donde vendrá El Carnicero, con ansias de venganza y con la misión de acabar con quiénes acabarían con su planeta.


Es en el último capítulo donde todo sale a la luz. El Carnicero, que se había hecho pasar por profesor de Física de Bea durante un tiempo, la rapta para matarla. Sebas, Iago y Márquez lo impedirán, pero por el camino se quedará Arturo, que muere por intentar salvar a su nieta –y también, sin saberlo, a su hijo.


El último capítulo está lleno de tensión desde el primer momento. Nos deja con la despedida de uno de los personajes más entrañables de la serie y con ganas de más. Tras el momento agónico, hay final feliz con todos los protagonistas juntos viendo un partido. Con ello el espectador podría quedarse tranquilo. Sin embargo, los cabos sueltos y una posible nueva misión dejan la puerta abierta a lo que podría ser una segunda temporada -lo cual sería un gran acierto.


Parte del éxito de Estoy Vivo reside en su reparto. En producción se han encargado se escoger actores y actrices que gusten en las casas de los espectadores. Javier Gutiérrez –que este año no para- , Alejo Sauras y Anna Castillo son ejemplo de ello. Son los personajes principales, los más carismáticos. Pero la serie no tendría sentido sin el amor de madre, sentimientos y emociones que aporta el papel de Cristina Plazas, cuya fuerza transmite más allá de las pantallas. Goizale Núñez y Jesús Castejón le dan ese toque de humor y muestran el verdadero significado de la amistad. Zorión Eguileor desprenda esa ternura típica de los abuelos –que deberían ser eternos. Lucía Caraballo, por su parte, demuestra madurez con su inocencia, ingenuidad y carácter.


Aspecto técnicos:


La serie está llena de fallos de raccord. Algunos muy evidentes. No sabemos si están hechos a propósito (como estilo propio del director) o si es un fallo debido al poco tiempo de postproducción. Pero sí sabemos que nos gustan y mucho. Esos saltos de continuidad, desapercibidos si no te fijas, identifican al autor. Se aleja de esa perfección a la que siempre se ha acostumbrado al espectador -que ¿por qué la perfección tiene que ser eso?- y porque se hace de manera brillante para destacar, pero de manera justa.


Estoy Vivo es ejemplo originalidad y riesgo a partes iguales. Ejemplo de que lo básico (la familia) mezclado con la complejidad (trama sobrenatural) gusta. Todas las decisiones son un acierto, ¡hasta que la banda sonora sea de Jarabe de Palo lo es! Es ejemplo de visibilidad y de altavoz a problemas a los que no se les da tanta importancia, como el bullying o el alzheimer. Ejemplo de que hacen falta personajes de mujeres fuertes, figuras femeninas que inspiren a la sociedad, como lo son Laura o Susana. Series hay muchas. Algunas innecesarias y otras imprescindibles. Estoy Vivo es parte de ese último grupo.

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