Asesinato en el Orient Express, suspense en cada plano
Kenneth Branagh dirige y protagoniza esta renovada versión sobre el clásico del suspense de Agatha Christie. En esta ocasión, el propio director interpreta a un Hércules Poirot muy especial y divertido, además de perspicaz e inteligente como es el propio personaje.
La película es una de las mejores apuestas para disfrutar en el cine por varias razones, entre ellas la estética y el ritmo de la historia. El espectador permanece en la butaca, clavado, buscando quién será el asesino y esperando algún comentario inteligente y gracioso del Inspector Poirot.
A cargo de la producción ejecutiva se encuentra Riddley Scott además del propio Kenneth Branagh. Podemos decir que se trata de una película muy personal en la que el veterano actor ha querido poner su propia huella y marca personal. La caracterización por la que ha pasado incluyen un bigote muy extravagante. Además, durante todo el filme el acento francés de Poirot marcan muy bien la personalidad del personaje. No se trata de Branagh caracterizado sino del propio detective. De hecho, al salir del cine fue cuando me di cuenta que era él mismo.
No quisiera hacer esta vez spoiler pero sí hablar de algunos temas a tener en cuenta al ver la película. Se trata de aspectos más técnicos que de argumento y me parece que merecen importancia a la hora de descubrir los entresijos de una trama tan antigua como esta que ha sido adaptada de una manera magistral. Comencemos:
Los planos secuencia. Este tipo de planos que tanto me gustan y me conquistan por su dificultad técnica y gran peso conceptual, se utilizan en varios casos concretos. La utilización va ir claramente ligada a las relaciones de los personajes. A través de los movimientos de cámara sobre travellings se van a sembrar ciertas desconfianzas hacia todos los pasajeros del Orient Express. Las miradas durante estas secuencias son puntos en los que fijarse.
Los planos cenitales. Este tipo de planos se construyen situando la cámara exactamente en perpendicular al suelo. Son muy recurrentes durante todo el filme y precisamente durante la escena del crimen. Se utiliza un plano secuencia cenital para ver desde una posición privilegiada como espectadores el lugar del asesinato. Nos situamos en la posición de dios para ver quien es el pecador.
Los flashback. El detective utiliza su memoria para reconstruir los casos. No solo su memoria sino todas las pruebas señalan hacia la consecución de una serie de eventos que desencadenan el crimen. Para mostrar esto al espectador se utilizan secuencias en blanco y negro. Los recuerdos y las suposiciones no siempre son reales y por ello no podemos verlas en color, como la realidad.
El guión. Estemos muy atentos a cada palabra y cada coma de todos los personajes. Si queréis descubrir quién es el asesino tendréis que leer entre líneas en todas las intervenciones. Las pistas se encuentran en las palabras de los sospechosos y, como no, en las del detective Poirot. De hecho, ninguna de las frases de Hércules sería desechable ya que son verdaderas reflexiones de la vida.
Las imágenes recreadas. La estética tan concreta y cuidada de las escenas refleja y, a veces, anticipa los hechos más inmediatos en el argumento. Una imagen concreta de la película muestra a los doce sospechosos sentados en una mesa con el túnel detrás de ellos. ¿No os recuerda a una última cena muy famosa? No perdamos de vista al personaje que se sitúa en el centro de ella y el propio túnel como la oscuridad que se aproxima hacia todos ellos, incluido el detective.
Fuente: El cine de Solaris
Todos estos aspectos, y muchos más, inyectan buenas dosis de suspense que mantendrán en la butaca hasta al más nervioso. Mantendrá la tensión hasta el clímax en el que se solucionará el problema pudiendo hacer descansar el suspense en el detective. Amantes del suspense, de la tensión y de las historias de investigación, bienvenidos al Orient Express.
